No tienes ni idea de que intento olvidarte.
Ni siquiera imaginas que intento levantarme cada día sin pensar en tí, y que lucho dieciocho horas seguidas para no verte donde no estás, que elijo cuidadosamente mis pasos, mis palabras y mi música para que no aparezcas, pero que, aún así, lo haces.
Quiero decidirme a pensar que no hay un después, que si no lo ha habido ya es porque no está en tu lista de cosas pendientes.
Siempre llego tarde a mi examen de conciencia, todos están ahí: mi color preferido, lo irreal, lo emocional, lo visceral, lo que me gusta de ti y lo que tengo que olvidar, algunos trucos (para días fáciles), la lista con todos los defectos que pude memorizar aquel día que no deje de mirarte un segundo, tu color aceituna y mis límites.
Decisiones, señales, direcciones inconclusas, tráfico, canciones que no dicen nada y promesas que lo dicen todo,pañuelos sin usar, una tableta de chocolate y mis límites.
Sus ojos verdes, el sonido de su/tu risa, el politono de tus/sus llamadas, tu voz y mis límites.
Las cartas están echadas, las piezas en sus esquejes, las fichas repartidas, las manos en la línea de salida, y el conejo acaba de sacar su reloj -llega tarde, como siempre-.
Yo tengo mis límites y tú tienes tu cobardía.
No hay que buscar ganador.