17 de octubre de 2009

Chocolate amargo

He vuelto a lo que se me da mejor.

Cada vez que me voy a la cama llevo conmigo un poco de chocolate que me haga olvidar tu falta. Realmente funciona.

Con el primer bocado olvido tus ojos mientras sigo preguntándome, si es que me recuerdas alguna vez, cómo lo haces, qué recuerdas exactamente y en que momento del día – o de la noche- sueles hacerlo.

En el segundo intento, omito tu presencia omnipotente y escucho la música que no te gusta, para que sus letras no te arrastren hasta mis sábanas.

Al tercer bocado, la memoria selectiva es todo lo que puedo controlar. El efecto contrario al deseado se apodera de toda la luz del habitáculo, dibujándote de mil maneras mientras yo me dejo atrapar por tus sombras.

Al comenzar de nuevo, la culpa es guía oficial del momento y tú reapareces, aunque en realidad nunca te fuiste, y los aplausos sordos sobrevienen a mi cabeza, volviéndome totalmente sumisa.

De nuevo tú, tus ojos, tus manos y tu sonrisa me hacen presa de una situación demasiado conocida ya por todos.

El protagonista tú. La única culpable…una tal felicidad.