26 de mayo de 2008

Desíntòxicándome

Esperarte nunca fue una opción. Algo que aceptar más bien.

La campana del microondas suena, me avisa, mientras la observo girar, dar vueltas para llegar a ningún sitio. Como tú.

Capacidad máxima ocupada. Echo los polvos, aunque disfruto con ello no lo hago como quisiera, no aprietas mi botón de encendido. Los platos comienzan a lavarse y yo me doy una ducha.

Separo la ropa oscura de la clara, para luego mezclarla y ser la responsable de los cambios de color. El blanco se trasforma en rosa gracias a mi ropa interior roja. Esa que nunca me verás puesta (porque siempre te espero preparada, sin hacerte perder el tiempo).

El ruido del secador ahoga tu llamada inexistente. Tus palabras han muerto deshidratadas por la sal de mis labios. Has cerrado los ojos huyendo de mi mirada. Firmaste un contrato que me implicaba.

Me has negado mi sonrisa, encadenándome a tus palabras que hablan de otra.

Ayer me acosté con la sensación de que desde el principio has pagado las cuotas de mi clínica de desintoxicación.

19 de mayo de 2008

Cuentame un cuento Vol. 6

La historia que les voy a contar tiene un principio -como todas -, pero aún no tiene un final. De hecho, los finales son siempre difíciles, unos los esperan felices, otros tristes y algunos se hacen esperar…

Érase una vez… no. Había una vez… no. Hace mucho tiempo, en un lugar muy lejano… no.
La realidad, aunque a veces roce lo místico y lo irracional, es más sencilla que todo eso.

Hace exactamente un año que se conocieron, día arriba día abajo. Un año. Entre la bruma etílica del momento y las bromas de alrededor, se dejaron caer algunas sonrisas y algunos besos, confundidos entre el polvo y el sol, ocultos por los cristales oscuros de unas gafas poco favorecedoras.

Dos palabras, quizá tres, fueron las únicas cosas que perdurarían. Evidentemente se exceptúan las miradas, el tacto y la siempre presente ironía.

Ella lo supo, el juego comenzaba. Él tardó un poquito más, eso quiso enseñar. Se guardó los dados en la manga, quería ser el primero en tirar.

La casilla de salida se transformó en el hogar. La casilla final no era más que una historia que contar.

No hubo ni una lágrima. Ni una. Lo juro por mi omnisciencia. Pero si hubo cólera, morisquetas a través de 4 centímetros de pantalla plana y sacos enteros de manuales de software, para entender a esos grandes desconocidos.

También hubo esperas. Largas. De horas y días. Para luego llegar a ventanilla y que colgaran el cartel de ‘No hay entradas’.

¡Qué cojones! ¡Era la protagonista!

Nunca le gustó entrar por la puerta de atrás, esa por la que no se paga al principio pero sus consecuencias se convierten en una factura demasiada cara que pagar. …Y no sirve quedarse luego a fregar.

Más tarde hubo promesas, muchas. Ella esperaba, como quien espera al autobús, escuchar el sonido de cristales rotos que producían las promesas al morir. Era bello.

Puedo llevarme horas así, describiendo esto. La misma situación una y otra vez. Un bucle de mentiras, engaños y pasos atrás. Porque no existe un final y nunca existirá.

Este tipo de historias nunca terminan.

18 de mayo de 2008

21 de Junio - 22 de Julio

Hacía mucho tiempo que sentía que algo no iba bien. Siempre había tenido problemas de ese tipo, pero nunca le había dado importancia. Nunca hasta que ese dolor apareció.

El incesante pulso de una punta afilada que le recorría sin abandonarle. El entumecimiento semanal acompañado siempre por la fatiga y los dolores de cabeza. El cansancio. Su inmunidad viéndose alcanzada y derrotada. El principio de una línea recta que reconocía sus últimos metros.

Su visita a aquel lugar era el pistoletazo de salida, real, a lo que todos sabían desde hacía semanas. Esperar con la tranquilidad de quién espera recibir una noticia que ya conoce. Y observarlo todo, con detenimiento y cuidado, al detalle, para recordar ese momento que pronto no tendrá más importancia que la de una palmada en la espalda, empujándole a un precipicio del que no quería saber nada.

Y el silencio después de esas palabras. Las primeras lágrimas. La primera sonrisa amarga de un ánimo inexistente. El primer pensamiento en ese alguien en el que nunca pensó que pensaría. Comunicar la noticia a los suyos.

Y despedirse, poco a poco, del sabor de las comidas de su esposa, del tacto de las cosas de su casa, del olor de sus hijos abrazados a su cintura, del ruido de la pareja de periquitos que le despertaba por las mañanas, y de ver en lo que se había convertido su vida.

Y sólo tenía 38 años.

12 de mayo de 2008

Cuentame un cuento Vol. 5

Perdona, ¿tienes hora? el autobús está a punto de llegar y no sé de qué color ponerme los zapatos.

Lo preguntaba de manera frenética. Una y otra vez. A cada persona que pasaba por la puerta entreabierta de su habitación en la residencia.

Daba igual el color de sus zapatos. Perdería el autobús. No importaba la combinación cromática, daba igual si eran los rosas, los amarillos o los verdes. Perdería el autobús. Lo sabía. Y también era consciente de que no haría nada más por impedirlo.

Cuando dejó de oír gritos de júbilo y alboroto, maldijo la batería de su móvil, la conversación de hora y medía que gastó la vida útil del aparato y el compromiso de una comida al día siguiente. Una parte de ella, sonrió satisfecha.

Intentó no abandonarse al desánimo, no caer en palabras malsonantes e impedir que la bandada de pájaros helados que le subía a través del estómago saliera al exterior. Cuando consiguió calmarse cogió el teléfono y le llamó.

- No voy a poder ir
- …
- Sé que te lo prometí, pero me ha surgido algo
- …
- No. No digo que no seas importante, pero no puedo ir
- …
- Lo siento, de todas formas hablamos otro día
- …
- Claro, un beso.

Se quitó los zapatos y se abandonó al olor que se había dejado olvidado entre las sábanas hacía dos mediodías. La estrategia de hacerse la dura no era una opción pero finalmente había aparecido como si se tratase de un plan.

Antes de quedarse dormida se observó en la cama. Y, de nuevo, ese brillo en sus ojos, le hizo darse cuenta.

9 de mayo de 2008

Lo irracional

Pensar en ti. Sentir frío y calor a la vez. Esperar a que suene el teléfono y aparezca tu nombre en la pantalla. Que se me dibuje una sonrisa en la cara cuando rememoro alguno de nuestros encuentros. Hacer 105 Km. para sentirme más cerca de ti. Respirar. Marearme cuando se me olvida que no estas. Recobrar la conciencia y observarte. Observarte y quedarme embobada. Ponerme roja porque me pillas. Que me pilles todas las veces. Y suena el teléfono, pero no es tu voz la que escucho. Y me golpeo en el hombro y me digo que ‘ya lo sabía’. Me llega un mail, tampoco es tuyo. Genial. Equivocarme se me da muy bien, pero no consigo controlar esto –ya sabes a lo que me refiero-. Estornudar y olvidarme de ti todos los días. Que leas esto y lo entiendas, o no, porque da igual.

3 de mayo de 2008

Cosas que nunca te dije (II)

Despertar, sin haber llegado a dormirme.

Esperar, para que se me pase esta tontería de estar pensando en ti.

Perjurar que no, que no.

Que me apetezca verte, a estas horas, y con el pijama puesto.

Buscarte con los ojos cerrados.

No encontrarte.

Y seguir esperando.