26 de mayo de 2008

Desíntòxicándome

Esperarte nunca fue una opción. Algo que aceptar más bien.

La campana del microondas suena, me avisa, mientras la observo girar, dar vueltas para llegar a ningún sitio. Como tú.

Capacidad máxima ocupada. Echo los polvos, aunque disfruto con ello no lo hago como quisiera, no aprietas mi botón de encendido. Los platos comienzan a lavarse y yo me doy una ducha.

Separo la ropa oscura de la clara, para luego mezclarla y ser la responsable de los cambios de color. El blanco se trasforma en rosa gracias a mi ropa interior roja. Esa que nunca me verás puesta (porque siempre te espero preparada, sin hacerte perder el tiempo).

El ruido del secador ahoga tu llamada inexistente. Tus palabras han muerto deshidratadas por la sal de mis labios. Has cerrado los ojos huyendo de mi mirada. Firmaste un contrato que me implicaba.

Me has negado mi sonrisa, encadenándome a tus palabras que hablan de otra.

Ayer me acosté con la sensación de que desde el principio has pagado las cuotas de mi clínica de desintoxicación.

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