Ni siquiera la ducha a las siete de la mañana ha conseguido que me desprenda de este olor a ti que se me ha quedado dentro (y que se huele desde fuera).
Ni siquiera el chocolate, que comí enseguida, consiguió quitarme el frío que se había acomodado.
Y las letras, esas que repetí hasta la saciedad onírica, no vuelven a mi lengua ahora que las llamo. Pero ha sido lo mejor que he podido imaginar que me decías. Porque eran para mí tus letras, esas decían mi nombre a voces.
Y luego mejoró. No es que pudiera hacerlo mucho más, porque estabas tú, estaba yo y estábamos los dos, que ahí es dónde quiero llegar. Pero mejoró de la mejor manera que sabemos mejorar las cosas- tu y yo, quiero decir- no pasó nada, no hubo fuegos artificiales, no hubo grandes canciones, ni siquiera hablamos demasiado; Sólo probaste mi terapia, mi reparación a otro nivel, mi simpleza holística, y no te quedó más remedio.
Incluso parecías otro, pero eras tú.
Si no has sentido nada esta noche dímelo, volveré a intentarlo mañana.