27 de junio de 2008

Otro tú

Te imaginé con otra voz,
con otras manos,
con otra manera al andar
y otra forma al hablar...
luego llegaste tú, (tal cual eres)

y me sorprendiste (después de todo)

[... o eso supongo.]

17 de junio de 2008

Cuentame un cuento. Vol. 8

Miró el reloj.

Eran las doce menos cuarto de otra larga noche en la que solo escucharía gritos y palabras malsonantes antes del buscado golpe, ocasionalmente quizá risas nerviosas o sólo silencio.

Encendió la luz del tocador y comenzó con el ritual memorizado. Los retoques eran casi innecesarios, la tez blanca como la niebla que la acompañaba en sus escapadas, los ojos oscuros como si no tuvieran color alguno, los labios rojos, granates, rotos. La sonrisa torcida siempre en ese instante, encantadora antes.

Se vistió. De blanco, por supuesto. El vestido gaseoso bailaba con el viento que circulaba por aquellas secundarias poco transitadas. No necesitó la ayuda del cepillo para acomodarse el pelo. Iba descalza.

Repitió mentalmente la única frase que le estaba permitido pronunciar. Echó una última mirada a su aspecto. Y se dirigió a aquel tramo de carretera que hacía las veces de antesala del destino.

Vio como se aproximaba el coche. La misma maniobra de siempre. El mismo silencio mientras se acomodaba en el asiento trasero.

- Ten cuidado con esa curva.

La mirada por el espejo retrovisor.

El grito.

El golpe.

El silencio.

12 de junio de 2008

Elección


.Sí.
.No.

2 de junio de 2008

Cuentame un cuento Vol. 7

Quedan tres minutos y medio para ahogar el silencio, así lo hemos pactado.

Mientras nuestros ojos se acostumbran a la penumbra, recuerdo nuestra historia, recuerdo como todos me hablan de ti, no hay una sola persona que se salve. No pasas desapercibido.

Tres minutos. Me miras, adivinándome en la oscuridad de tu habitación, rodeados por el frío opaco de las ventanas. Sonrío.

Das a conocer esa parte de ti que produce duda. Lo haces porque sabes escoger a tus victimas, eliges, con frialdad helada, a la próxima infeliz que caerá en tu trampa. La envenenas con pequeños atisbos de una personalidad escondida, reservada, que luce de maravilla bajo esa mirada tintada de azul.

Dos minutos y medio. Sólo se escucha la lluvia fuera, algún que otro gato callejero y nuestras respiraciones, pausadas y tranquilas.

La objetividad me abandonó desde el primer momento. Y la contaminación no ayudó a remediarlo. Tampoco tú ayudaste demasiado. Ya no importa. Tu media sonrisa ha dado paso a esto. Afrontémoslo.

Dos minutos. Comienzo a pensar que nos hemos dado demasiado tiempo para analizar lo que está apunto de ocurrir si decidimos atrevernos.

El corazón ha decidido imaginar un esprin hacía el precipicio más cercano. Me sudan las manos a pesar del frío. La habitación ya no es extraña para mí; me ha dado tiempo a analizar y memorizar cada detalle. Las camas sin cabecero siempre me han dado vértigo.

Un minuto y medio. Te oigo respirar más fuerte. Esperas. Me has vendido un producto que no puedo rechazar. Esperas con tu seguridad ignorante.

Comienzo a repasar. Pros y contras. Eso nunca esta demás. La larga lista se colapsa al no poder concentrarme. No hay que buscar defectos, son evidentes. No hay que buscar ganadores y perdedores, pero parece que solo yo soy consciente de ese detalle.

Cuarenta segundos esperan suspendidos encima de las sábanas. Suspiro. Me miras. Te acercas.

Veinte segundos. Te miro. Sonrío.

- De perdidos al río.
- … Te has adelantado.

Y me besas.