29 de abril de 2008

Frío

En Madrid nunca hace frío, ni en Sydney, ni en Portugal.

Nunca hace frío.

Esa es la razón por la que tuve que comprarme un par de maletas rojo carrefour. Ahora, el frío, forma parte de mi equipaje allá donde voy.

Además no pesa nada y el vaho que produce da un toque místico y casi irreal a las situaciones.

Por eso llevo siempre un poquito de frío en el bolsillo.

Y no, no tengo miedo de que se me meta dentro y me congele.

Ya no.

28 de abril de 2008

Cuentame un cuento Vol. 4

Es difícil ver un gato negro en una habitación oscura, especialmente cuando el gato no está, pero no es más difícil que intentar entender a los hombres…

Así empezaba el trozo de papel, machacado por un centenar de letras, que Noelia encontró en aquella estación de autobuses.

Miró alrededor, intentando encontrar a la presunta remitente de aquellas palabras, pero todos lo que allí se encontraban eran ajenos a la presencia de Noelia y su extravagante hallazgo.

Sonrió y, como si fuera la única persona que sabe dónde se esconde un tesoro, se acomodó en el frío banco de metal dispuesta a desvelar los misterios que se escondían tras aquella caligrafía alargada.

“… y aunque sea difícil no puedo más que intentar comprenderte. Sí, porque eres tú el responsable de que vierta mi rabia aquí, en este momento. Y no te odio, porque odiarte sería como odiarme a mí misma, puesto que he sido yo la que te ha dejado pasar, para que me absorbieras entera, y no te dejases nada.
Pero es que me desesperas. ¡Me desesperas!
No entiendo tu manera de comportarte cuando estás conmigo, o cuando estamos con mis amigas, o cuando estamos en un lugar público -rodeados de gente-, o cuando estamos solos, tu, yo y tu coche.
Unos días me prometes el cielo, otros sólo un café, y otros busco en el saco de las promesas rotas, porque no he sabido nada de ti.”

Llamaron por megafonía a los que tenían por destino Granada. Noelia levanto la vista de aquel papel en el que una desconocida se había desnudado. Cuando volvió a sentarse, ocupaba el mullido asiento 13-B.

“Y no es que cuente lo nuestro -si es que hay algo que sea de los dos- es que tú no cuentas lo que todo el mundo sabe. Y no lo cuentas porque nunca dices nada, porque espero, en tensión, un movimiento que me permita no salir escaldada cuando estamos juntos”


- ‘No haremos paradas, así que hagan lo que tengan que hacer ahora’

Ni siquiera frases como esa podían sacarla de una lectura que le transmitía el dolor y el desconcierto de aquella chica. De hecho, no se había percatado de que el asiento de al lado había sido ocupado.

“Y ahora te vas, a verla a ella, con otra de tus excusas que tengo que creerme porque sí, con todas las palabras mudas en la estación, con todo lo que dentro lleva mi nombre pero tiene otra destinataria… te vas tú, que eres mi todo”

Noelia suspiró. La congoja le apretaba la garganta y comenzaba a moverse nerviosa en su asiento. …‘Demasiada empatía, Noe’, pero no podía evitarlo.

“Y no he querido creer lo que todos me decían, no he querido escuchar sus palabras, no he querido porque realmente no quiero que dejes de ser tú quien me haga despertar por las mañanas.”

La hora de salir se aproximaba, el autobús estaba casi lleno y los familiares y amigos se agolpaban a los lados para despedir a los suyos por las grandes ventanas.

“En una semana vuelves, completamente renovado, con una sonrisa que vuelves a recargar –con otro viaje- antes de que se apague. Ni siquiera te molestas en buscar otra excusa.
Después de tanto tiempo, la resignación se ha vuelto mi cómplice y me mira mal cuando pienso que, al menos, estarás bien, porque yo, de alguna manera, estaré esperándote cuando decidas volver”

Noelia tragó saliva y tras guardar aquel trozo de papel en su mochila, miró por la ventana para encontrarse con la mirada suplicante de la autora de aquellas palabras, despidiendo a su compañero de viaje.

Lo supo enseguida.

25 de abril de 2008

Retada por Cuentacuentos

Despertó, rodeado de un ambiente cargado y polvoriento en el que solo se colaba la claridad que permitían las rendijas de los tablones que cegaban las ventanas.

Intentó oír algo más que los sonidos que él mismo provocaba. Nada.

Esperó.

Cuando, de nuevo, recuperó la consciencia, escuchó susurros a su alrededor. No era el único que había despertado. Todo sería como antes, después de tanto tiempo.

Los más atrevidos empezaron a intentar moverse, aún sabiendo lo peligroso que podía ser. No sabían cuánto tiempo había pasado desde la última vez que vivieron, podían ser días, meses e incluso años. Ellos sabían mejor que nadie que la gente había dejado de leer.

El más antiguo de todos, una primera edición, alzó su hilo de voz por encima de los demás.

- Ya sabéis que, aunque estemos despiertos, no significa que vayan a venir a por nosotros…

Un tomo de cuentos, impregnado por la fantasía de su interior, fue el que habló entonces:

- No puedes pensar que nunca vendrá nadie. ¡Una vez oí que si despertamos, es que alguien ha pensado en nosotros! …¡y estamos despiertos!
- Puede que piensen en nosotros, pero si no recuerdan nuestro nombre nunca saldremos de aquí. Además hoy es el Día del Libro, y todos los años pasa lo mismo. Un ataque literal a la lectura que se olvida cuando la rosa que nos acompaña se marchita.
- Pero no todo el mundo es así… ¡Hay personas que adoran la lectura!

Todos escuchaban atentamente el diálogo entre los dos libros, esperando el desenlace. No tenían nada mejor que hacer que deshacerse de la excitación inicial y esperar…

En una esquina un pequeño libro infantil recordaba la última vez que lo leyeron. Fue en una escuela, estaba rodeado de niños, y algunos se peleaban para ser el siguiente en tenerlo en sus manos. Tiempos felices.


Muy lejos de aquel lugar, una chica intentaba recordar sin éxito el título de un libro que leyó cuando era pequeña.
Solo venía a su memoria un argumento, complejo para la edad recomendada, que la sedujo enseguida.

Una grúa, un gruista, un pájaro, no recordaba de qué especie – un águila quizá-, una inundación, sobrevivir allá arriba –en la grúa- e intentar cambiar el orden de los días y del tiempo.

Y aún no soy capaz de recordarlo… ¿me ayudáis?

21 de abril de 2008

Cuentame un cuento Vol. 3

La última vez que se vieron eran todavía adolescentes, pero allí, rodeados por todos los antiguos compañeros de universidad, mientras la miraba, parecía que no había pasado el tiempo. Era la primera reunión de antiguos alumnos a la que asistía.

El momento le incitaba a recordar y no le apetecía resistirse.

Junto a la mesa de los aperitivos, todos de aspecto plastificado, se abandonó al pasado.


Se conocieron en una fiesta -cómo no- de las muchas que se sucedían a lo largo de la semana, y desde entonces, sin darse cuenta, se buscaban en cualquier sitio a dónde iban.
Algunos meses más tarde coincidieron en un seminario, aburridísimo, en el que no pararon de hablar y conocerse.

A él le atrapó su sonrisa, a ella sus enormes ojos verdes.

Fueron inseparables, la sombra del otro, el apoyo en lo malos momentos y amantes el resto del tiempo.

Cuando la perfección planeaba sobre ellos, los años universitarios se esfumaron y se encontraron adultos, rodeados de posibilidades que miraban de reojo su relación.

Tuvieron que elegir.


Con un suave, pero firme, toque alguien llamó su atención. Aunque su aroma, el mismo olor dulce y fresco de hacía años, lo envolvió todo un segundo antes de hacerse notar. El cosquilleo que subió por su estómago cuando se giró para abrazarla le hizo presa de un nerviosismo que lo acompañó durante algo más de lo que le tenía permitido.

Y se miraron, de nuevo, como antes. Ella navegó en su mirada y el atesoró como nunca cada milímetro de su piel.

Se dejaron llevar por el espíritu de la reunión: …recordaron viejos tiempos.

15 de abril de 2008

Huelga

Mis labios se han puesto en huelga.

Me han dejado palabras traducidas en un papel, como pegadas.
Dicen que no los espere levantada, que no van a volver hasta que sepan que vuelven para algo más que para decir estupideces, que nos les importa alejarse de mi bálsamo labial de ‘fruta de la pasión’, que no vuelven y punto.

He intentado negociar, el disco rayado y el banco de niebla han sido sus armas, han omitido todos mis ruegos “que los necesito, que sin ellos se me van las ganas de verte” pero han sido implacables “no digas gilipolleces, búscate otra excusa; sabemos que las ganas de verle son permanentes, como los tintes” Y he tenido que callarme.

En un último intento les dije que necesitaba otra oportunidad, que volvieran sólo cinco minutos. Me han contestado que si necesito otros labios me ubique en los tuyos, que tú me los dejas.

Ahora sólo tengo que hacer eso por lo que mis labios me dejaron: besarte.

Fácil ¿no?

11 de abril de 2008

Cuentame un cuento Vol. 2

La oscuridad lo envolvió todo, y supo que cuando volviese la luz todo habría cambiado. Era normal cuando durante una discusión se producía un apagón, al volver es como si no se recordara nada, como si esa oscuridad momentánea hubiera borrado todo lo que estaba pasando antes. Es como cuando se apaga el ordenador sin avisar y no guardas lo que estabas haciendo, que hay veces que hay suerte y otras que no, y te quedas mirando la pantalla esperando que aparezca la ventana de recuperación de datos.

En este caso, la recuperación de datos hubiera sido nefasta.

Cuando la discusión estaba en el punto más alto, la oscuridad vino y trajo consigo al silencio mudo.

Cada uno calló, rememorando lo que había pasado hacia solo unos segundos.

María llegó a casa después del trabajo y lo encontró a él, mirando la televisión, como siempre, el teléfono a su izquierda y el mando en su mano derecha, con esos pantalones que le hacían recordar a su padre los fines de semana.

Pedro había escuchado cerrarse la puerta del portal y alargó ese minuto y medio cronometrado que María tardaba en subir las escaleras para seguir al teléfono con Claudia. Odiaba cuando tenía que colgar tan rápido, sin poder despedirse de ella despacito, sin prisa.

Los besos se habían olvidado incluso antes de que Claudia entrara en sus vidas. El sexo se había convertido en casi una obligación de los domingos por la mañana. Y las llamadas de teléfono ‘porque sí’ hacía tiempo que no encontraban línea.

Los dos lo sabían. Todo había terminado, pero la costumbre y la falta de ganas de comenzar de cero habían acampado a sus anchas.

Cuando la luz volvió se encontraron mirándose, ambos con la misma expresión de perdedores. Habían apostado mucho y habían perdido más.

No hubo palabras, la insípida discusión por no haber hecho la compra quedó a la deriva, un suspiro fue la antesala del beso en la mejilla que cerró de nuevo las puertas a una huída desesperada.

- Voy a darme una ducha, estoy cansada

- Yo voy a pedir una pizza.

Y volvió a marcar el número de Claudia.

Otras tentaciones en el Cuentacuentos

10 de abril de 2008

Cosas que nunca te dije (I)

La escena en mi cabeza parecía un homenaje a “Closer”.

- ¿Te la tiraste?
- ¿A quién?
- Ya sabes a quién, ¿lo hiciste?
- No voy a decirte nada
- ¿¡Lo hiciste?!
- ¿Y qué si lo hice?
- Lo hiciste ¡Te la tiraste!
- ¡Sí! ¡Sí! ¡Me la tiré! ¿Estás contenta?
- ¿Y qué? ¿Te diviertes más con ella? ¿Te pone que te mangonee y joda contigo para olvidar a otro?
- Dices cosas sin sentido. Ahora estoy aquí, y eso es lo que importa. No eres como las demás.
- Al menos dime que no pensaste en mí mientras te la tirabas, que no tarareabas la canción de siempre, esa que al fin he logrado aprenderme…
- No la tarareé. Te lo prometo.
- No te creo… Ya puedes decirlo: una más, nada más.

Y el silencio lo pudrió todo.

8 de abril de 2008

Lo visceral

He reconocido el momento exacto de mi recuperación de consciencia, y me he encontrado empadada.

En una habitación he pillado a mi olor enredado con el tuyo, en una lucha frenética por ver quién era más fuerte.

En un colchón he dejado a mi voz, rota, atrapada entre onomatopeyas encriptadoras de un mensaje oculto.

En la ventana he tatuado mi silueta escondiéndose, detrás de la tuya, de la mirada escandalizada de la diferencia de temperatura, en grados centígrados, entre nosotros y ella.

En el espejo del baño han resbalado mis dedos, dibujando formas imposibles, inspiradas en Gaudí, huyendo, retrasando lo que sabían iba a suceder.

En el armario he colgado mis ganas, las insaciables, para que las canses cuando quieras/puedas.

Detrás de la puerta he colocado mis vergüenzas, para que las tires a la basura la próxima vez que quieran ser protagonistas y, de nuevo, no lo consigan.

He visto como mi boca jugaba al escondite con la tuya. Y el juego elástico al que han jugado nuestras piernas, imitando figuras imposibles jugando al tétris.

Nuestros ojos, celosos, han apostado que nunca dejarán de perseguirse.

… Y mis manos se han sentido inútiles por esta vez.

6 de abril de 2008

Cuentame un cuento Vol. 1

La mano no me tiembla mientras acerco la cerilla al cigarro que cuelga de mis labios, el miedo del principio ha dejado paso a solo un pequeño tic.

No me afectas, jamás volverás a hacerlo. Mi memoria te retendrá para siempre, nada más.

Tras expulsar el amargo humo, sonrío. Te he superado.

Todavía recuerdo cómo al principio eras el chico ideal. Un disfraz genial, hay que reconocerlo. Te metiste al público en el bolsillo mientras arrastrabas la basura con el pie derecho tras las bambalinas, siempre con una sonrisa mientras no dejabas de hablar de tu magnificencia.

Tarde, como siempre, pero me di cuenta.

Ahora sólo tengo que ir a la comisaría, y enseñar tu firma personal. Te gustaba practicar, salta a la vista. Al principio me gustaba serte útil como hoja en blanco, hasta que el blanco dio paso al burbujeante rojo carmesí.

No puedo olvidarme de llevar puesta la ropa que tanto te gustaba verme puesta, en casa, para quitármela diez minutos después, con tus caricias pasionales… ¿las llamabas así no? a tus palizas…

Que te tiraras por la ventana ha sido el mejor regalo, aunque he olvidado darte las gracias.

5 de abril de 2008

Tierra de por medio

Él quiso huir. Poner tierra de por medio.

Ella quiso mirar atrás, para ver dónde se dirigía.

Su mirada se perdió en un mar de dudas y miedos. En una esquina vislumbró un atisbo de claridad, pero no fue más que una ilusión. Se había marchado.

Cuando quiso darse cuenta vivió en delirio. Oyó lo que quiso oír. Leyó lo que quiso leer. Se inventó sus cartas, sus llamadas de teléfono, sus besos, sus abrazos… pero no los buscó en otro. Qué idiota.

Él vivió mucho tiempo sin acordarse de ella, mucho. Un día dobló una esquina y su olor le embargó. Era ella.

Se obsesionó con la idea de que ella no le recordaría. Estaría viviendo la vida que él nunca le dio, le habría olvidado… claro que al principio habría dolido, pero él huyó por una buena razón. Tenía motivos para poner tierra de por medio. Qué cobarde.

La historia no ha acabado. Él sigue con su cuerpo alejado de ella, mientras su pensamiento la imagina feliz. Ella sigue consumiendo su esencia, por él.


Mientras, una escena en pausa se apodera de mí. Observadora privilegiada.

Qué tonta.


El final es inesperado, ella tuvo que hacerlo. Ella fue realmente quién huyó. Tuvo que poner tierra de por medio.

1 de abril de 2008

Una gota

Cada vez que te visito es la misma historia, un payaso.

Tengo que aprender a mimetizarme en el ambiente, como el vapor de la ducha en el espejo, como la gota fría que recorre la pared caliente.

Quizás no sea tan difícil hacerle caso a mis instintos. Los payasos siempre me dieron miedo, ¿vas a cambiar eso tú ahora? Lo dudo mucho.

Puede que, a partir de ahora, los payasos lleven sobre sus máscaras otras tantas y se oculten… pero siempre serán payasos, de eso se trata, al fin y al cabo.

No consigo concienciarme, me siento como debe sentirse el que lleva un papel pegado en la espalda con un mensaje que ni el mismo entiende, absurdo, entre otras cosas.

Quiero parar.

Quiero que, cuando tenga ganas de llamarte(me) lo haga(s), quiero que, cuando tenga ganas de abrazarte no me importe quien nos mire, quiero que, cuando tenga ganas de besarte, tú no me impidas hacerlo con tu no-lenguaje.

Quiero seguir, pero tu absurda manera, me deja fría...

…Tanto como la gota de agua que sigue bajando por la pared caliente, hasta el suelo.