Las palabras que componían la contraseña habían salido con más o menos fortuna del walkie que mirábamos atentas, pero la reacción fue bastante más lenta de cómo lo habíamos planeado. El tiempo se nos echaba encima.
Miré a Carla y comprendí que estaba sufriendo los mismos síntomas que yo. Las palpitaciones en los oídos me impedían escuchar algo más que el rítmico vaivén de mi esencia. Las mariposas ubicadas en mi estómago comenzaban su precipitado despegue hacia la garganta como vía de salida. Y mi nuca perlada configuraba el fin de los síntomas que me atormentaban.
No había ya vuelta atrás. Tomamos aliento y nos miramos por última vez antes de que empezara lo que habíamos tardado meses en planear.
Lo que pasó a continuación forma parte de un gran agujero negro.
- Los agujeros negros nunca se sacian… Nunca.
- No me interrumpas. Sólo escucha y comprende. Yo no te juzgue cuando me contaste por qué entraste en este lugar.