20 de octubre de 2008

Cuentame un cuento Vol. 9

El pastel estaba en el horno. Era hora de actuar.

Las palabras que componían la contraseña habían salido con más o menos fortuna del walkie que mirábamos atentas, pero la reacción fue bastante más lenta de cómo lo habíamos planeado. El tiempo se nos echaba encima.

Miré a Carla y comprendí que estaba sufriendo los mismos síntomas que yo. Las palpitaciones en los oídos me impedían escuchar algo más que el rítmico vaivén de mi esencia. Las mariposas ubicadas en mi estómago comenzaban su precipitado despegue hacia la garganta como vía de salida. Y mi nuca perlada configuraba el fin de los síntomas que me atormentaban.

No había ya vuelta atrás. Tomamos aliento y nos miramos por última vez antes de que empezara lo que habíamos tardado meses en planear.

Lo que pasó a continuación forma parte de un gran agujero negro.

- Los agujeros negros nunca se sacian… Nunca.
- No me interrumpas. Sólo escucha y comprende. Yo no te juzgue cuando me contaste por qué entraste en este lugar.

7 de octubre de 2008

¿Puedo tentarte?

Hace demasiado calor para que estemos tan cerca. Mis células epiteliales han conseguido descargarse a tiempo un antivirus que las mantenga a salvo de ti.

Mientras escribo esto, el zumbido del ventilador sobre mi cabeza me relaja, puede que también sea la cerveza chorreante que refresca mi garganta. La tenue luz que entra a través de las rendijas de las persianas me reconforta, todo tiene un apetecible color naranja… y no te pienso, que eso mata.

Y ahí estás, recorriendo cada centímetro de mí, absorbiendo, sin mesura, cada estímulo que se escapa de mi malogrado marco, cada escalofrío o cada golpe de calor, transformando mi energía para hacerla tuya. Robándome el aliento.

Y cuando decidimos darnos tregua, cuando decidimos que es mejor parar antes de hacernos más daño, la realidad me golpea con dureza y te necesito más de lo que pensaba.
Una putada teniendo en cuenta todo lo que nos separa, empezando por ti, y lo poco que nos une, que sólo soy yo.