31 de diciembre de 2008

Cada 2x3

¿Jugamos?


Podemos hacer como que somos más que simples e insustanciales desconocidos. Podemos incluso superar nuestros miedos irracionales, intentando ponerles nombre para ir destacando sobre los que nos torturan. En realidad podemos ser como queramos. Un profesor de inglés o ver mundo mientras describimos los colores: verde, gris…


Hay tanta multitud homogénea que quiero desaparecer y volver mañana para conocerte tal y como te presentes, y volver a verte así para saber que sigo siendo aquella chica a la que mirabas diferente y que reía nerviosa al pensarte.


¿Sabes? hueles a esas pequeñas almendras dulces y a esos caramelos que siempre quiero comprar en la tienda multicolor que cae de esquina, esa que me gusta tanto.


Sueño para que hables conmigo y sueño para que al despertarte solo quieras decirme al oído, en voz bajita y muy despacito, lo mucho que me añoras.


Quiero poder no cansarme nunca de mirarte para no necesitar un espejo de papel que guarde tu esencia.


Frente a ti seré solo yo y no me importará dejar de sonreír para besarte. Hoy solo te quiero llevar conmigo a todos lados, saber que el juego ha terminado, que eso que escondes es como eres realmente, y que me encante.


Para mí tal cual, sin envoltorios…


Mi señal ya apareció.


Hoy si me importa que comprendas, he jugado sola demasiado tiempo.


12 de diciembre de 2008

Alicia

Estoy empeñada en vivir un cuento de hadas. Hago lo imposible para que todas esas cosas que pasan en las grandes historias de amor se asemejen en algo a lo que me pasa a mí, a lo que vivo contigo.

Todo lo que busco es a alguien que haya leído mi anuncio, y que se ajuste, sin más, a lo que necesito.

Sí, a lo irreal, a lo irracional, a los convenios colectivos para evitar más huelgas innecesarias que no sirven sino para dejar en evidencia todos mis puntos débiles.

Por eso disfrazo cada evento, por eso le planto el velo de lo místico, de lo visceral, para que no sepas qué es real y qué no. Para tenerte desconcertado, para poder pillarte por sorpresa.

Pero es inútil. Eres casi tan inteligente como los malos de las historias a las que me refiero, los realmente malos, claro. Y no haces nada por evitarlo. Te ves con todos esos que pueden ofrecerte algo, una manzana que me haga caer (en la tentación), una flauta dulce que me hipnotice, o un espejo dónde deberían estar tus ojos, para perderme en ellos. Ya sabes, todos esos artilugios que no se encuentran en los todo a cien.

Puedo contar con los dedos de una mano las veces que he soñado con los ojos abiertos, las veces que he conseguido mi objetivo. Pero su utilidad ha quedado relegada a las que se supone que manipulan la magia de estos momentos. Y ellas están de vacaciones pagadas, imposible localizarlas.

Sigo el camino de baldosas amarillas, la voz en off encargada de contar mi historia, el olor a caramelo y chocolate líquido que, en teoría, me llevará hasta un eufemismo de lo que fuiste alguna vez; pero no tienes ni idea de lo que duele caminar sobre zapatos de cristal.

7 de diciembre de 2008

Chas!

Tengo que pensar, ya sabes, en lo que ha pasado hoy.

Todas esas cosas que no se han dicho, en realidad, han estado ahí, y han salido victoriosas de una discusión autista.

Joder... las recaidas controladas son jodidamente doloras. No por tí, que te vas a casa y allí estás, escuchando tu música, súper tranquilo. Es por mí, que yo me quedo conmigo, y no sabes lo pesada que puedo llegar a ser.

[No, no lo sabes.]

Pesada y malvada. Evil que queda como más cool.

Y todo el día igual, no paro.

Dicen que el dolor después del orgasmo es genial, pero en el momento justo. Después solo te dan ganas de matar a la otra persona. De matarlo a dolor. Pisándole la cabeza, por ejemplo.

¿Quieres un consejo? No te agaches demasiado estos días, no me lo pongas tan fácil, no te acerques mucho a mis pies. No los beses por un tiempo. Déjalo (total, para lo que sirve...)

13 de noviembre de 2008

Más

Escúchame. No se trata ni de ti ni de mí. Es algo más fuerte que nosotros dos.

Es despertarse por la mañana y poder dormir hasta la hora que quieras. Es no mirar atrás cuando dices “adiós” a alguien, porque mañana volverás a verle. Es sonreír cuando ves a un perro por la calle porque te recuerda a esa perra que tuviste cuando eras demasiado pequeño para recordar su nombre.

Es todo eso y más.

Es no parar de correr aunque te duelan las piernas, y tirarte en una hierva tan increíblemente frondosa – y no pinchuda- como verde bonita. Es respirar y ver cómo todo lo que estaba acampado entre tus montañas decide mudarse, sin más, a la zona no opresiva de la realidad.

Es todo eso que puedes estar imaginando ahora.

Es como una escena de dibujos donde todo es color y alegría, donde salen toneladas de amarga salinidad desde los ojos de los protagonistas porque, por fin, todo lo que tenía que acabar, ha acabado.

¿Puedes entenderlo? ¿Puedes comprender lo que quiero decir? ¿Entiendes ahora mi postura ante todo esto? ¿Lo ves?

Por eso. Por esto.

Por todo esto que he explicado, y que has entendido, es por lo que tenemos que seguir adelante con la decisión.

¿Luchar contra el destino? Claro, podemos (re)intentarlo…

10 de noviembre de 2008

Grande

- ...¿Lo sientes?

- Ya empieza

20 de octubre de 2008

Cuentame un cuento Vol. 9

El pastel estaba en el horno. Era hora de actuar.

Las palabras que componían la contraseña habían salido con más o menos fortuna del walkie que mirábamos atentas, pero la reacción fue bastante más lenta de cómo lo habíamos planeado. El tiempo se nos echaba encima.

Miré a Carla y comprendí que estaba sufriendo los mismos síntomas que yo. Las palpitaciones en los oídos me impedían escuchar algo más que el rítmico vaivén de mi esencia. Las mariposas ubicadas en mi estómago comenzaban su precipitado despegue hacia la garganta como vía de salida. Y mi nuca perlada configuraba el fin de los síntomas que me atormentaban.

No había ya vuelta atrás. Tomamos aliento y nos miramos por última vez antes de que empezara lo que habíamos tardado meses en planear.

Lo que pasó a continuación forma parte de un gran agujero negro.

- Los agujeros negros nunca se sacian… Nunca.
- No me interrumpas. Sólo escucha y comprende. Yo no te juzgue cuando me contaste por qué entraste en este lugar.

7 de octubre de 2008

¿Puedo tentarte?

Hace demasiado calor para que estemos tan cerca. Mis células epiteliales han conseguido descargarse a tiempo un antivirus que las mantenga a salvo de ti.

Mientras escribo esto, el zumbido del ventilador sobre mi cabeza me relaja, puede que también sea la cerveza chorreante que refresca mi garganta. La tenue luz que entra a través de las rendijas de las persianas me reconforta, todo tiene un apetecible color naranja… y no te pienso, que eso mata.

Y ahí estás, recorriendo cada centímetro de mí, absorbiendo, sin mesura, cada estímulo que se escapa de mi malogrado marco, cada escalofrío o cada golpe de calor, transformando mi energía para hacerla tuya. Robándome el aliento.

Y cuando decidimos darnos tregua, cuando decidimos que es mejor parar antes de hacernos más daño, la realidad me golpea con dureza y te necesito más de lo que pensaba.
Una putada teniendo en cuenta todo lo que nos separa, empezando por ti, y lo poco que nos une, que sólo soy yo.

26 de septiembre de 2008

Quique

Echo de menos tener un Quique en mi vida.

Lo bueno de Quique es que si un día quieres llamarlo o escribirle un mensaje puedes hacerlo, y según tengas el día: "Qiqe, llego en diez minutos" o "Kike, píllame un chaleco de casa, anda..., que hace mil frío... Adiostel!" o " Quique, quiquiriquihaga?" o "Enrique, te doy diez minutos para verte aparecer o te tacharé de mi lista de personas a las que adoro".

Conozco a un Enrique intermitente. A un Kike desconocido que es el mejor no novio del mundo según su desconocida no novia. Y a un Quique que odia las lámparas de quinqué, porque de pequeño una niña francesa, que no sabía pronunciar su nombre, le dio calabazas.


Quiero un Quique en mi vida.

O te quiero a tí, aún no lo tengo decidido.

11 de septiembre de 2008

It's time!

Tengo unas chanclas que me devuelven al pasado, a tu pasado.

Una línea horizontal es la responsable de que te vuelvas imprescindible o innombrable.

Es mejor sentarme a esperar, descansando de esta arritmia, y no pensar en la orilla de tus labios.

El reloj ha fijado la hora para comenzar a olvidarte.

El objetivo de mi cámara de fotos te echa de menos.

La impotencia para conmigo está campando a sus anchas. No logro describir ni la temperatura que siento, y no puedo pedirte a tí que lo hagas.

Son las trece y treinta y tres.

En lo que llevo de día he pensado trescientas ochenta y seis veces en ti, ahora trescientas ochenta y siete.

Hora de mi medicación.

7 de septiembre de 2008

He encontrado tu textura

De repente. Como un golpe.

Debió pasar algo hace unos 395 días, según mis cálculos. Pero tuviste miedo. O no tuviste nada. No sé lo que es peor.

De todas formas, lamentarse es gratis y no me dejas otra opción. No me vale que pienses en mí cuando no tienes nada mejor que hacer. No me vale que no pienses en mí al despertarte. No me vale que no añores mis formas geométricas imperfectas.

He empezado una terapia algo diferente. He comenzado a quererte desde siempre. He guardado en un frasquito las pestañas con las que me hacías cosquillas en la espalda. Y al sabor de tus besos lo he instalado en la punta de mis dedos. Ya sabes por qué.

No logro olvidarte un solo instante.

Los de arriba me han regalado un par de sueños más de esos que me inspiran, pero esta vez los he disfrutado para mí sola.

He desistido de intentar describirme. No puedo. No puedo.

Tus rasgos me asaltan, follándome la mente. Me he olvidado los condones a propósito.

Ayer, sobre el agua, tus recuerdos ganaron en número a las olas.

2 de septiembre de 2008

Buscando el sol


Certeza absoluta. Celos protagonistas de una historia de terror. El paquete aún está envuelto. La navidad pasó hace tiempo. Ya no [¿?] habrá próxima oportunidad.

El verde. Oscuro, claro, fresco, apagado, el borracho de botella, y el hipocondríaco de hospital. El de mis ojos, el del puto rayo. El de hierba que se pisa y hierba que se fuma. El de tus ojos marrones.

Rey o Reina qué más dá. El problema es que eres tú. Doctor en confusión con master en prevención de amor. Ácida tarjeta de presentación.

En la esquina inferior derecha puede leerse tu nombre, pero no me importa.

19 de agosto de 2008

Inventario

- ¿Los has contado?

- Todos.

16 de agosto de 2008

Grita

En mis melancólicas noches te nombro en un arrebato de alegrarlas, pero se tornan más tristes aún cuando me doy cuenta de que amo lo que no tengo. Estás tú tan distante...

Fijo mi vista al horizonte con la ilusión de que nuestras miradas se topen, pero la mía se pierde en un intento de búsqueda y eso me atormenta y me duele...

Siento que mis lágrimas acarician el atlas blanco de tu cuerpo, quiero descubrir en él nuevos lugares y poseerlos; quiero perderme en él y no encontrar cabida para mi ser... Lloro porque siento tanto amor cuando estás tan lejos que mi alma explosiona en un intento de que los restos de la misma te alcancen.

En mi cielo, similar eres al crepúsculo como una nube, y viven en ti mis infinitos sueños... Eres mío, eres mío, hombre de dulces versos que son como yo los quiero.

Despiertas mis sentidos con un frágil suspiro, una mirada basta, un beso basta. ...¡pero dámelo!

A veces van mis besos en esos grandes navíos, que corren por el mar hacia donde no llegan. Me pierdo en tus profundos ojos como los barcos en el mar, con la diferencia de que yo no quiero regresar.

No quiero regresar del sabor de tus besos, del tacto de tus caricias, del olor de tu piel...

Quiero perderme. Mis palabras lloverán sobre ti acariciándote...

Amé desde hace tiempo tu cuerpo, y mi alegría muerde tu boca de ciruela, sólo grita mi nombre y galoparé a hombros del viento hasta tus versos, sólo grita mi nombre y me escurriré entre los rayos del sol por tu ventana hasta tus dulces ojos cerrados... ¡Pero grítalo!

Grita con tal fuerza que incluso la ola más amenazadora se vuelva ridícula y miserable. Grita con tal pasión que incluso yo te tenga miedo, y cuando te tema iré y me ovillaré entre tus brazos para que me protejas, para recordarte que una vez fui tuya.

Y me oyes desde lejos pero mi voz no te alcanza, déjame que me calle en ese silencio tuyo... Mi voz hábil busca el viento para tocar tu oído, y me oyes desde lejos y mi voz no te alcanza, déjame que tus besos callen mi boca.

Ese beso que tanto ansío robarte, ese beso que me duele no tenerlo, ese beso que me mata si no lo tengo, ese beso...

Lunes, 21 de Julio de 2003

5 de agosto de 2008

Por palabras

Se busca nuevo protagonista para mis historias,


[el anterior resultó ser caduco (además de gilipollas)]


Imprescindible: edad mental superior a cinco años.


Puntuable: que se parezca a ti.


P.D.- Guiño, guiño.

22 de julio de 2008

Tormentas de verano

Las tormentas de verano son como un golpe. Inesperadas, desconcertantes, creadoras de la más especial de las impotencias. Son frías y cálidas al mismo tiempo. Aparecen en segundos, y tardan en desaparecer el mismo tiempo que tu olor de mi subconsciente.

Provocan irascibilidad, impulsividad, ganas de reír y recuerdos inoportunos. Sudores fríos.

Los efectos secundarios no tardaron en aparecer y cuando superé el corte de pelo traumático, me gusté. Y ni siquiera pensé en ti, ni en tu apretada agenda, ni en ese molesto inquilino ventricular.

Pierdo el tiempo si pienso en tus besos, los que nunca existieron.

Este mes he recuperado aquello que me quitaste. Mi yo y mi ello se han perdonado bajo la atenta mirada del superyó. He prometido subirle el sueldo.

También he recuperado ese disco que tenía olvidado y ese regalo que compré para ti pero que nunca fue realmente tuyo.

He vuelto. Pero estoy de vacaciones.

17 de julio de 2008

Chocolate con galletas

Son las tardes como ésta las que me obligan a salir de mi querida subjetividad y volver la vista atrás, sin la compasión con la que he tratado de justificarte, para verte tal cual eres.

He recordado todas las promesas, todas las señales, todas las discusiones sin un claro ganador… He recordado cómo te conocí y la sensación de impotencia me ha acompañado de nuevo.

¡Joder!

Cuando he querido darme cuenta, la ausencia de tus manos, de tus palabras, de tus miradas a escondidas, han transformado esto que lees en toda una declaración de intenciones.

Pero no puedo enfadarme. No.

No puedo pedirte explicaciones, porque no hay nada que explicar. Porque estoy demasiado cansada de exponer cada motivo que me impulsa a hacer algo, cada cosa, porque aunque esté acostumbrada a las miradas y a las justificaciones, también me he acostumbrado al silencio. Dulce.

Y quiero seguir –sin ti-, pero te arrastro y te encuentro (cuando quiero).

Y camino hacia adelante, de espaldas, porque me da miedo dejar de sentir esto.

3 de julio de 2008

Las opiniones eran que el viejo había resbalado

Hoy he salido de casa sin peinarme. Hacía viento.
Frío.

Hoy he ido a trabajar desayunada a medias. Solo un bocado.
Mínimo.

Esta noche he dormido arropada con un nórdico. Estamos en Julio.
Es verano.

Esta noche no me he permitido pensar en ti. No he soñado contigo, es inútil.
He dormido.

Mañana quiero desprenderme de esta mala leche que se ha pegado a mí.

Hoy, esta noche y mañana hay mucho que celebrar
…y tú no estás invitado.

1 de julio de 2008

Summer

Huele a insecticida de limón, a crema protectora factor quince, a pintura blanca, a hormigón, a aire frío enlatado y a Autan.

Huele a agua, a tierra de maceta mojada, a dama de noche, a colonia
Nenuco, a brillo labial de fresa y frutas exóticas, y a After-Sun.

Huele a
coche nuevo, a sandía, a ponche con trozos de melocotón maduro y a sangría, a melón, a piña, a cerezas maduras y a las bolitas de naftalina de los armarios.

Huele como debe oler la guarida secreta de superman… a hielo, a alcohol y tabaco, a la mierda de las discotecas que se queda pegada en los zapatos, huele a vinagre y a sal, huele a niñas mojadas.

Huele al plástico de las colchonetas que te arañan los brazos cuando intentas asirte a ellas, a cloro, a bikinis mojados, a azúcar y a canela, a canícula.

Huele a reencuentros y desencuentros. Huele a
Ingenio y al resto del mundo.

Huele a tus ausencias.

27 de junio de 2008

Otro tú

Te imaginé con otra voz,
con otras manos,
con otra manera al andar
y otra forma al hablar...
luego llegaste tú, (tal cual eres)

y me sorprendiste (después de todo)

[... o eso supongo.]

17 de junio de 2008

Cuentame un cuento. Vol. 8

Miró el reloj.

Eran las doce menos cuarto de otra larga noche en la que solo escucharía gritos y palabras malsonantes antes del buscado golpe, ocasionalmente quizá risas nerviosas o sólo silencio.

Encendió la luz del tocador y comenzó con el ritual memorizado. Los retoques eran casi innecesarios, la tez blanca como la niebla que la acompañaba en sus escapadas, los ojos oscuros como si no tuvieran color alguno, los labios rojos, granates, rotos. La sonrisa torcida siempre en ese instante, encantadora antes.

Se vistió. De blanco, por supuesto. El vestido gaseoso bailaba con el viento que circulaba por aquellas secundarias poco transitadas. No necesitó la ayuda del cepillo para acomodarse el pelo. Iba descalza.

Repitió mentalmente la única frase que le estaba permitido pronunciar. Echó una última mirada a su aspecto. Y se dirigió a aquel tramo de carretera que hacía las veces de antesala del destino.

Vio como se aproximaba el coche. La misma maniobra de siempre. El mismo silencio mientras se acomodaba en el asiento trasero.

- Ten cuidado con esa curva.

La mirada por el espejo retrovisor.

El grito.

El golpe.

El silencio.

12 de junio de 2008

Elección


.Sí.
.No.

2 de junio de 2008

Cuentame un cuento Vol. 7

Quedan tres minutos y medio para ahogar el silencio, así lo hemos pactado.

Mientras nuestros ojos se acostumbran a la penumbra, recuerdo nuestra historia, recuerdo como todos me hablan de ti, no hay una sola persona que se salve. No pasas desapercibido.

Tres minutos. Me miras, adivinándome en la oscuridad de tu habitación, rodeados por el frío opaco de las ventanas. Sonrío.

Das a conocer esa parte de ti que produce duda. Lo haces porque sabes escoger a tus victimas, eliges, con frialdad helada, a la próxima infeliz que caerá en tu trampa. La envenenas con pequeños atisbos de una personalidad escondida, reservada, que luce de maravilla bajo esa mirada tintada de azul.

Dos minutos y medio. Sólo se escucha la lluvia fuera, algún que otro gato callejero y nuestras respiraciones, pausadas y tranquilas.

La objetividad me abandonó desde el primer momento. Y la contaminación no ayudó a remediarlo. Tampoco tú ayudaste demasiado. Ya no importa. Tu media sonrisa ha dado paso a esto. Afrontémoslo.

Dos minutos. Comienzo a pensar que nos hemos dado demasiado tiempo para analizar lo que está apunto de ocurrir si decidimos atrevernos.

El corazón ha decidido imaginar un esprin hacía el precipicio más cercano. Me sudan las manos a pesar del frío. La habitación ya no es extraña para mí; me ha dado tiempo a analizar y memorizar cada detalle. Las camas sin cabecero siempre me han dado vértigo.

Un minuto y medio. Te oigo respirar más fuerte. Esperas. Me has vendido un producto que no puedo rechazar. Esperas con tu seguridad ignorante.

Comienzo a repasar. Pros y contras. Eso nunca esta demás. La larga lista se colapsa al no poder concentrarme. No hay que buscar defectos, son evidentes. No hay que buscar ganadores y perdedores, pero parece que solo yo soy consciente de ese detalle.

Cuarenta segundos esperan suspendidos encima de las sábanas. Suspiro. Me miras. Te acercas.

Veinte segundos. Te miro. Sonrío.

- De perdidos al río.
- … Te has adelantado.

Y me besas.


26 de mayo de 2008

Desíntòxicándome

Esperarte nunca fue una opción. Algo que aceptar más bien.

La campana del microondas suena, me avisa, mientras la observo girar, dar vueltas para llegar a ningún sitio. Como tú.

Capacidad máxima ocupada. Echo los polvos, aunque disfruto con ello no lo hago como quisiera, no aprietas mi botón de encendido. Los platos comienzan a lavarse y yo me doy una ducha.

Separo la ropa oscura de la clara, para luego mezclarla y ser la responsable de los cambios de color. El blanco se trasforma en rosa gracias a mi ropa interior roja. Esa que nunca me verás puesta (porque siempre te espero preparada, sin hacerte perder el tiempo).

El ruido del secador ahoga tu llamada inexistente. Tus palabras han muerto deshidratadas por la sal de mis labios. Has cerrado los ojos huyendo de mi mirada. Firmaste un contrato que me implicaba.

Me has negado mi sonrisa, encadenándome a tus palabras que hablan de otra.

Ayer me acosté con la sensación de que desde el principio has pagado las cuotas de mi clínica de desintoxicación.

19 de mayo de 2008

Cuentame un cuento Vol. 6

La historia que les voy a contar tiene un principio -como todas -, pero aún no tiene un final. De hecho, los finales son siempre difíciles, unos los esperan felices, otros tristes y algunos se hacen esperar…

Érase una vez… no. Había una vez… no. Hace mucho tiempo, en un lugar muy lejano… no.
La realidad, aunque a veces roce lo místico y lo irracional, es más sencilla que todo eso.

Hace exactamente un año que se conocieron, día arriba día abajo. Un año. Entre la bruma etílica del momento y las bromas de alrededor, se dejaron caer algunas sonrisas y algunos besos, confundidos entre el polvo y el sol, ocultos por los cristales oscuros de unas gafas poco favorecedoras.

Dos palabras, quizá tres, fueron las únicas cosas que perdurarían. Evidentemente se exceptúan las miradas, el tacto y la siempre presente ironía.

Ella lo supo, el juego comenzaba. Él tardó un poquito más, eso quiso enseñar. Se guardó los dados en la manga, quería ser el primero en tirar.

La casilla de salida se transformó en el hogar. La casilla final no era más que una historia que contar.

No hubo ni una lágrima. Ni una. Lo juro por mi omnisciencia. Pero si hubo cólera, morisquetas a través de 4 centímetros de pantalla plana y sacos enteros de manuales de software, para entender a esos grandes desconocidos.

También hubo esperas. Largas. De horas y días. Para luego llegar a ventanilla y que colgaran el cartel de ‘No hay entradas’.

¡Qué cojones! ¡Era la protagonista!

Nunca le gustó entrar por la puerta de atrás, esa por la que no se paga al principio pero sus consecuencias se convierten en una factura demasiada cara que pagar. …Y no sirve quedarse luego a fregar.

Más tarde hubo promesas, muchas. Ella esperaba, como quien espera al autobús, escuchar el sonido de cristales rotos que producían las promesas al morir. Era bello.

Puedo llevarme horas así, describiendo esto. La misma situación una y otra vez. Un bucle de mentiras, engaños y pasos atrás. Porque no existe un final y nunca existirá.

Este tipo de historias nunca terminan.

18 de mayo de 2008

21 de Junio - 22 de Julio

Hacía mucho tiempo que sentía que algo no iba bien. Siempre había tenido problemas de ese tipo, pero nunca le había dado importancia. Nunca hasta que ese dolor apareció.

El incesante pulso de una punta afilada que le recorría sin abandonarle. El entumecimiento semanal acompañado siempre por la fatiga y los dolores de cabeza. El cansancio. Su inmunidad viéndose alcanzada y derrotada. El principio de una línea recta que reconocía sus últimos metros.

Su visita a aquel lugar era el pistoletazo de salida, real, a lo que todos sabían desde hacía semanas. Esperar con la tranquilidad de quién espera recibir una noticia que ya conoce. Y observarlo todo, con detenimiento y cuidado, al detalle, para recordar ese momento que pronto no tendrá más importancia que la de una palmada en la espalda, empujándole a un precipicio del que no quería saber nada.

Y el silencio después de esas palabras. Las primeras lágrimas. La primera sonrisa amarga de un ánimo inexistente. El primer pensamiento en ese alguien en el que nunca pensó que pensaría. Comunicar la noticia a los suyos.

Y despedirse, poco a poco, del sabor de las comidas de su esposa, del tacto de las cosas de su casa, del olor de sus hijos abrazados a su cintura, del ruido de la pareja de periquitos que le despertaba por las mañanas, y de ver en lo que se había convertido su vida.

Y sólo tenía 38 años.

12 de mayo de 2008

Cuentame un cuento Vol. 5

Perdona, ¿tienes hora? el autobús está a punto de llegar y no sé de qué color ponerme los zapatos.

Lo preguntaba de manera frenética. Una y otra vez. A cada persona que pasaba por la puerta entreabierta de su habitación en la residencia.

Daba igual el color de sus zapatos. Perdería el autobús. No importaba la combinación cromática, daba igual si eran los rosas, los amarillos o los verdes. Perdería el autobús. Lo sabía. Y también era consciente de que no haría nada más por impedirlo.

Cuando dejó de oír gritos de júbilo y alboroto, maldijo la batería de su móvil, la conversación de hora y medía que gastó la vida útil del aparato y el compromiso de una comida al día siguiente. Una parte de ella, sonrió satisfecha.

Intentó no abandonarse al desánimo, no caer en palabras malsonantes e impedir que la bandada de pájaros helados que le subía a través del estómago saliera al exterior. Cuando consiguió calmarse cogió el teléfono y le llamó.

- No voy a poder ir
- …
- Sé que te lo prometí, pero me ha surgido algo
- …
- No. No digo que no seas importante, pero no puedo ir
- …
- Lo siento, de todas formas hablamos otro día
- …
- Claro, un beso.

Se quitó los zapatos y se abandonó al olor que se había dejado olvidado entre las sábanas hacía dos mediodías. La estrategia de hacerse la dura no era una opción pero finalmente había aparecido como si se tratase de un plan.

Antes de quedarse dormida se observó en la cama. Y, de nuevo, ese brillo en sus ojos, le hizo darse cuenta.

9 de mayo de 2008

Lo irracional

Pensar en ti. Sentir frío y calor a la vez. Esperar a que suene el teléfono y aparezca tu nombre en la pantalla. Que se me dibuje una sonrisa en la cara cuando rememoro alguno de nuestros encuentros. Hacer 105 Km. para sentirme más cerca de ti. Respirar. Marearme cuando se me olvida que no estas. Recobrar la conciencia y observarte. Observarte y quedarme embobada. Ponerme roja porque me pillas. Que me pilles todas las veces. Y suena el teléfono, pero no es tu voz la que escucho. Y me golpeo en el hombro y me digo que ‘ya lo sabía’. Me llega un mail, tampoco es tuyo. Genial. Equivocarme se me da muy bien, pero no consigo controlar esto –ya sabes a lo que me refiero-. Estornudar y olvidarme de ti todos los días. Que leas esto y lo entiendas, o no, porque da igual.

3 de mayo de 2008

Cosas que nunca te dije (II)

Despertar, sin haber llegado a dormirme.

Esperar, para que se me pase esta tontería de estar pensando en ti.

Perjurar que no, que no.

Que me apetezca verte, a estas horas, y con el pijama puesto.

Buscarte con los ojos cerrados.

No encontrarte.

Y seguir esperando.

29 de abril de 2008

Frío

En Madrid nunca hace frío, ni en Sydney, ni en Portugal.

Nunca hace frío.

Esa es la razón por la que tuve que comprarme un par de maletas rojo carrefour. Ahora, el frío, forma parte de mi equipaje allá donde voy.

Además no pesa nada y el vaho que produce da un toque místico y casi irreal a las situaciones.

Por eso llevo siempre un poquito de frío en el bolsillo.

Y no, no tengo miedo de que se me meta dentro y me congele.

Ya no.

28 de abril de 2008

Cuentame un cuento Vol. 4

Es difícil ver un gato negro en una habitación oscura, especialmente cuando el gato no está, pero no es más difícil que intentar entender a los hombres…

Así empezaba el trozo de papel, machacado por un centenar de letras, que Noelia encontró en aquella estación de autobuses.

Miró alrededor, intentando encontrar a la presunta remitente de aquellas palabras, pero todos lo que allí se encontraban eran ajenos a la presencia de Noelia y su extravagante hallazgo.

Sonrió y, como si fuera la única persona que sabe dónde se esconde un tesoro, se acomodó en el frío banco de metal dispuesta a desvelar los misterios que se escondían tras aquella caligrafía alargada.

“… y aunque sea difícil no puedo más que intentar comprenderte. Sí, porque eres tú el responsable de que vierta mi rabia aquí, en este momento. Y no te odio, porque odiarte sería como odiarme a mí misma, puesto que he sido yo la que te ha dejado pasar, para que me absorbieras entera, y no te dejases nada.
Pero es que me desesperas. ¡Me desesperas!
No entiendo tu manera de comportarte cuando estás conmigo, o cuando estamos con mis amigas, o cuando estamos en un lugar público -rodeados de gente-, o cuando estamos solos, tu, yo y tu coche.
Unos días me prometes el cielo, otros sólo un café, y otros busco en el saco de las promesas rotas, porque no he sabido nada de ti.”

Llamaron por megafonía a los que tenían por destino Granada. Noelia levanto la vista de aquel papel en el que una desconocida se había desnudado. Cuando volvió a sentarse, ocupaba el mullido asiento 13-B.

“Y no es que cuente lo nuestro -si es que hay algo que sea de los dos- es que tú no cuentas lo que todo el mundo sabe. Y no lo cuentas porque nunca dices nada, porque espero, en tensión, un movimiento que me permita no salir escaldada cuando estamos juntos”


- ‘No haremos paradas, así que hagan lo que tengan que hacer ahora’

Ni siquiera frases como esa podían sacarla de una lectura que le transmitía el dolor y el desconcierto de aquella chica. De hecho, no se había percatado de que el asiento de al lado había sido ocupado.

“Y ahora te vas, a verla a ella, con otra de tus excusas que tengo que creerme porque sí, con todas las palabras mudas en la estación, con todo lo que dentro lleva mi nombre pero tiene otra destinataria… te vas tú, que eres mi todo”

Noelia suspiró. La congoja le apretaba la garganta y comenzaba a moverse nerviosa en su asiento. …‘Demasiada empatía, Noe’, pero no podía evitarlo.

“Y no he querido creer lo que todos me decían, no he querido escuchar sus palabras, no he querido porque realmente no quiero que dejes de ser tú quien me haga despertar por las mañanas.”

La hora de salir se aproximaba, el autobús estaba casi lleno y los familiares y amigos se agolpaban a los lados para despedir a los suyos por las grandes ventanas.

“En una semana vuelves, completamente renovado, con una sonrisa que vuelves a recargar –con otro viaje- antes de que se apague. Ni siquiera te molestas en buscar otra excusa.
Después de tanto tiempo, la resignación se ha vuelto mi cómplice y me mira mal cuando pienso que, al menos, estarás bien, porque yo, de alguna manera, estaré esperándote cuando decidas volver”

Noelia tragó saliva y tras guardar aquel trozo de papel en su mochila, miró por la ventana para encontrarse con la mirada suplicante de la autora de aquellas palabras, despidiendo a su compañero de viaje.

Lo supo enseguida.

25 de abril de 2008

Retada por Cuentacuentos

Despertó, rodeado de un ambiente cargado y polvoriento en el que solo se colaba la claridad que permitían las rendijas de los tablones que cegaban las ventanas.

Intentó oír algo más que los sonidos que él mismo provocaba. Nada.

Esperó.

Cuando, de nuevo, recuperó la consciencia, escuchó susurros a su alrededor. No era el único que había despertado. Todo sería como antes, después de tanto tiempo.

Los más atrevidos empezaron a intentar moverse, aún sabiendo lo peligroso que podía ser. No sabían cuánto tiempo había pasado desde la última vez que vivieron, podían ser días, meses e incluso años. Ellos sabían mejor que nadie que la gente había dejado de leer.

El más antiguo de todos, una primera edición, alzó su hilo de voz por encima de los demás.

- Ya sabéis que, aunque estemos despiertos, no significa que vayan a venir a por nosotros…

Un tomo de cuentos, impregnado por la fantasía de su interior, fue el que habló entonces:

- No puedes pensar que nunca vendrá nadie. ¡Una vez oí que si despertamos, es que alguien ha pensado en nosotros! …¡y estamos despiertos!
- Puede que piensen en nosotros, pero si no recuerdan nuestro nombre nunca saldremos de aquí. Además hoy es el Día del Libro, y todos los años pasa lo mismo. Un ataque literal a la lectura que se olvida cuando la rosa que nos acompaña se marchita.
- Pero no todo el mundo es así… ¡Hay personas que adoran la lectura!

Todos escuchaban atentamente el diálogo entre los dos libros, esperando el desenlace. No tenían nada mejor que hacer que deshacerse de la excitación inicial y esperar…

En una esquina un pequeño libro infantil recordaba la última vez que lo leyeron. Fue en una escuela, estaba rodeado de niños, y algunos se peleaban para ser el siguiente en tenerlo en sus manos. Tiempos felices.


Muy lejos de aquel lugar, una chica intentaba recordar sin éxito el título de un libro que leyó cuando era pequeña.
Solo venía a su memoria un argumento, complejo para la edad recomendada, que la sedujo enseguida.

Una grúa, un gruista, un pájaro, no recordaba de qué especie – un águila quizá-, una inundación, sobrevivir allá arriba –en la grúa- e intentar cambiar el orden de los días y del tiempo.

Y aún no soy capaz de recordarlo… ¿me ayudáis?

21 de abril de 2008

Cuentame un cuento Vol. 3

La última vez que se vieron eran todavía adolescentes, pero allí, rodeados por todos los antiguos compañeros de universidad, mientras la miraba, parecía que no había pasado el tiempo. Era la primera reunión de antiguos alumnos a la que asistía.

El momento le incitaba a recordar y no le apetecía resistirse.

Junto a la mesa de los aperitivos, todos de aspecto plastificado, se abandonó al pasado.


Se conocieron en una fiesta -cómo no- de las muchas que se sucedían a lo largo de la semana, y desde entonces, sin darse cuenta, se buscaban en cualquier sitio a dónde iban.
Algunos meses más tarde coincidieron en un seminario, aburridísimo, en el que no pararon de hablar y conocerse.

A él le atrapó su sonrisa, a ella sus enormes ojos verdes.

Fueron inseparables, la sombra del otro, el apoyo en lo malos momentos y amantes el resto del tiempo.

Cuando la perfección planeaba sobre ellos, los años universitarios se esfumaron y se encontraron adultos, rodeados de posibilidades que miraban de reojo su relación.

Tuvieron que elegir.


Con un suave, pero firme, toque alguien llamó su atención. Aunque su aroma, el mismo olor dulce y fresco de hacía años, lo envolvió todo un segundo antes de hacerse notar. El cosquilleo que subió por su estómago cuando se giró para abrazarla le hizo presa de un nerviosismo que lo acompañó durante algo más de lo que le tenía permitido.

Y se miraron, de nuevo, como antes. Ella navegó en su mirada y el atesoró como nunca cada milímetro de su piel.

Se dejaron llevar por el espíritu de la reunión: …recordaron viejos tiempos.

15 de abril de 2008

Huelga

Mis labios se han puesto en huelga.

Me han dejado palabras traducidas en un papel, como pegadas.
Dicen que no los espere levantada, que no van a volver hasta que sepan que vuelven para algo más que para decir estupideces, que nos les importa alejarse de mi bálsamo labial de ‘fruta de la pasión’, que no vuelven y punto.

He intentado negociar, el disco rayado y el banco de niebla han sido sus armas, han omitido todos mis ruegos “que los necesito, que sin ellos se me van las ganas de verte” pero han sido implacables “no digas gilipolleces, búscate otra excusa; sabemos que las ganas de verle son permanentes, como los tintes” Y he tenido que callarme.

En un último intento les dije que necesitaba otra oportunidad, que volvieran sólo cinco minutos. Me han contestado que si necesito otros labios me ubique en los tuyos, que tú me los dejas.

Ahora sólo tengo que hacer eso por lo que mis labios me dejaron: besarte.

Fácil ¿no?

11 de abril de 2008

Cuentame un cuento Vol. 2

La oscuridad lo envolvió todo, y supo que cuando volviese la luz todo habría cambiado. Era normal cuando durante una discusión se producía un apagón, al volver es como si no se recordara nada, como si esa oscuridad momentánea hubiera borrado todo lo que estaba pasando antes. Es como cuando se apaga el ordenador sin avisar y no guardas lo que estabas haciendo, que hay veces que hay suerte y otras que no, y te quedas mirando la pantalla esperando que aparezca la ventana de recuperación de datos.

En este caso, la recuperación de datos hubiera sido nefasta.

Cuando la discusión estaba en el punto más alto, la oscuridad vino y trajo consigo al silencio mudo.

Cada uno calló, rememorando lo que había pasado hacia solo unos segundos.

María llegó a casa después del trabajo y lo encontró a él, mirando la televisión, como siempre, el teléfono a su izquierda y el mando en su mano derecha, con esos pantalones que le hacían recordar a su padre los fines de semana.

Pedro había escuchado cerrarse la puerta del portal y alargó ese minuto y medio cronometrado que María tardaba en subir las escaleras para seguir al teléfono con Claudia. Odiaba cuando tenía que colgar tan rápido, sin poder despedirse de ella despacito, sin prisa.

Los besos se habían olvidado incluso antes de que Claudia entrara en sus vidas. El sexo se había convertido en casi una obligación de los domingos por la mañana. Y las llamadas de teléfono ‘porque sí’ hacía tiempo que no encontraban línea.

Los dos lo sabían. Todo había terminado, pero la costumbre y la falta de ganas de comenzar de cero habían acampado a sus anchas.

Cuando la luz volvió se encontraron mirándose, ambos con la misma expresión de perdedores. Habían apostado mucho y habían perdido más.

No hubo palabras, la insípida discusión por no haber hecho la compra quedó a la deriva, un suspiro fue la antesala del beso en la mejilla que cerró de nuevo las puertas a una huída desesperada.

- Voy a darme una ducha, estoy cansada

- Yo voy a pedir una pizza.

Y volvió a marcar el número de Claudia.

Otras tentaciones en el Cuentacuentos

10 de abril de 2008

Cosas que nunca te dije (I)

La escena en mi cabeza parecía un homenaje a “Closer”.

- ¿Te la tiraste?
- ¿A quién?
- Ya sabes a quién, ¿lo hiciste?
- No voy a decirte nada
- ¿¡Lo hiciste?!
- ¿Y qué si lo hice?
- Lo hiciste ¡Te la tiraste!
- ¡Sí! ¡Sí! ¡Me la tiré! ¿Estás contenta?
- ¿Y qué? ¿Te diviertes más con ella? ¿Te pone que te mangonee y joda contigo para olvidar a otro?
- Dices cosas sin sentido. Ahora estoy aquí, y eso es lo que importa. No eres como las demás.
- Al menos dime que no pensaste en mí mientras te la tirabas, que no tarareabas la canción de siempre, esa que al fin he logrado aprenderme…
- No la tarareé. Te lo prometo.
- No te creo… Ya puedes decirlo: una más, nada más.

Y el silencio lo pudrió todo.

8 de abril de 2008

Lo visceral

He reconocido el momento exacto de mi recuperación de consciencia, y me he encontrado empadada.

En una habitación he pillado a mi olor enredado con el tuyo, en una lucha frenética por ver quién era más fuerte.

En un colchón he dejado a mi voz, rota, atrapada entre onomatopeyas encriptadoras de un mensaje oculto.

En la ventana he tatuado mi silueta escondiéndose, detrás de la tuya, de la mirada escandalizada de la diferencia de temperatura, en grados centígrados, entre nosotros y ella.

En el espejo del baño han resbalado mis dedos, dibujando formas imposibles, inspiradas en Gaudí, huyendo, retrasando lo que sabían iba a suceder.

En el armario he colgado mis ganas, las insaciables, para que las canses cuando quieras/puedas.

Detrás de la puerta he colocado mis vergüenzas, para que las tires a la basura la próxima vez que quieran ser protagonistas y, de nuevo, no lo consigan.

He visto como mi boca jugaba al escondite con la tuya. Y el juego elástico al que han jugado nuestras piernas, imitando figuras imposibles jugando al tétris.

Nuestros ojos, celosos, han apostado que nunca dejarán de perseguirse.

… Y mis manos se han sentido inútiles por esta vez.

6 de abril de 2008

Cuentame un cuento Vol. 1

La mano no me tiembla mientras acerco la cerilla al cigarro que cuelga de mis labios, el miedo del principio ha dejado paso a solo un pequeño tic.

No me afectas, jamás volverás a hacerlo. Mi memoria te retendrá para siempre, nada más.

Tras expulsar el amargo humo, sonrío. Te he superado.

Todavía recuerdo cómo al principio eras el chico ideal. Un disfraz genial, hay que reconocerlo. Te metiste al público en el bolsillo mientras arrastrabas la basura con el pie derecho tras las bambalinas, siempre con una sonrisa mientras no dejabas de hablar de tu magnificencia.

Tarde, como siempre, pero me di cuenta.

Ahora sólo tengo que ir a la comisaría, y enseñar tu firma personal. Te gustaba practicar, salta a la vista. Al principio me gustaba serte útil como hoja en blanco, hasta que el blanco dio paso al burbujeante rojo carmesí.

No puedo olvidarme de llevar puesta la ropa que tanto te gustaba verme puesta, en casa, para quitármela diez minutos después, con tus caricias pasionales… ¿las llamabas así no? a tus palizas…

Que te tiraras por la ventana ha sido el mejor regalo, aunque he olvidado darte las gracias.

5 de abril de 2008

Tierra de por medio

Él quiso huir. Poner tierra de por medio.

Ella quiso mirar atrás, para ver dónde se dirigía.

Su mirada se perdió en un mar de dudas y miedos. En una esquina vislumbró un atisbo de claridad, pero no fue más que una ilusión. Se había marchado.

Cuando quiso darse cuenta vivió en delirio. Oyó lo que quiso oír. Leyó lo que quiso leer. Se inventó sus cartas, sus llamadas de teléfono, sus besos, sus abrazos… pero no los buscó en otro. Qué idiota.

Él vivió mucho tiempo sin acordarse de ella, mucho. Un día dobló una esquina y su olor le embargó. Era ella.

Se obsesionó con la idea de que ella no le recordaría. Estaría viviendo la vida que él nunca le dio, le habría olvidado… claro que al principio habría dolido, pero él huyó por una buena razón. Tenía motivos para poner tierra de por medio. Qué cobarde.

La historia no ha acabado. Él sigue con su cuerpo alejado de ella, mientras su pensamiento la imagina feliz. Ella sigue consumiendo su esencia, por él.


Mientras, una escena en pausa se apodera de mí. Observadora privilegiada.

Qué tonta.


El final es inesperado, ella tuvo que hacerlo. Ella fue realmente quién huyó. Tuvo que poner tierra de por medio.

1 de abril de 2008

Una gota

Cada vez que te visito es la misma historia, un payaso.

Tengo que aprender a mimetizarme en el ambiente, como el vapor de la ducha en el espejo, como la gota fría que recorre la pared caliente.

Quizás no sea tan difícil hacerle caso a mis instintos. Los payasos siempre me dieron miedo, ¿vas a cambiar eso tú ahora? Lo dudo mucho.

Puede que, a partir de ahora, los payasos lleven sobre sus máscaras otras tantas y se oculten… pero siempre serán payasos, de eso se trata, al fin y al cabo.

No consigo concienciarme, me siento como debe sentirse el que lleva un papel pegado en la espalda con un mensaje que ni el mismo entiende, absurdo, entre otras cosas.

Quiero parar.

Quiero que, cuando tenga ganas de llamarte(me) lo haga(s), quiero que, cuando tenga ganas de abrazarte no me importe quien nos mire, quiero que, cuando tenga ganas de besarte, tú no me impidas hacerlo con tu no-lenguaje.

Quiero seguir, pero tu absurda manera, me deja fría...

…Tanto como la gota de agua que sigue bajando por la pared caliente, hasta el suelo.

29 de marzo de 2008

Planes y estrategias

Conozco tu plan, de hecho es conocido por todos [o, ¿debería decir por todas?]

Lo conozco tanto – o tan poco- como te conozco a ti, lo dejo en tus manos por una vez.

Qué cabrón. Vienes disfrazado con tus gafas, con tu sonrisa y con esos labios…, con tu nuez bailarina, con tus manos. Y esperas que tarde cero coma dos segundos en rendirme ante ti.

No sabes lo que me cuesta no hacerlo.

Y cuando nos vemos, no tienes otra intención que autoretenerte en mi sistema límbico, paseas con tranquilidad pasmosa por mi territorio, haciéndolo tuyo. Y sonríes con superioridad cuando vuelves la vista hacia atrás.

Siempre esperando a que yo dé el primer paso.

Todo lo que te interesa es permanecer. Hacerme recordar(te) a cada paso, a cada vistazo a mi alrededor… qué cabrón.

¿Y qué esperas? Que camine tras de ti (siempre tras de ti) aguantando largas listas de espera por una mirada o un pobre gesto.

Me encanta tu olor, el que me dejas cuando te vas…

¡Joder!, me encantas tú.

27 de marzo de 2008

Primeros pasos

Cuando se intenta esquivar la tentación, es porque ya se ha caído en ella.

Caer en la tentación es uno de los mayores placeres de la vida, conseguir lo prohibido, desafiar lo establecido, no terminar de conocerse nunca…

Esquivar la tentación se convierte en un juego complejo en el que no queremos, lo que realmente queremos.

Deliciosa tentación… agridulce maniobra.

Bienvenidos/as.