Él quiso huir. Poner tierra de por medio.
Ella quiso mirar atrás, para ver dónde se dirigía.
Su mirada se perdió en un mar de dudas y miedos. En una esquina vislumbró un atisbo de claridad, pero no fue más que una ilusión. Se había marchado.
Cuando quiso darse cuenta vivió en delirio. Oyó lo que quiso oír. Leyó lo que quiso leer. Se inventó sus cartas, sus llamadas de teléfono, sus besos, sus abrazos… pero no los buscó en otro. Qué idiota.
Él vivió mucho tiempo sin acordarse de ella, mucho. Un día dobló una esquina y su olor le embargó. Era ella.
Se obsesionó con la idea de que ella no le recordaría. Estaría viviendo la vida que él nunca le dio, le habría olvidado… claro que al principio habría dolido, pero él huyó por una buena razón. Tenía motivos para poner tierra de por medio. Qué cobarde.
La historia no ha acabado. Él sigue con su cuerpo alejado de ella, mientras su pensamiento la imagina feliz. Ella sigue consumiendo su esencia, por él.
Mientras, una escena en pausa se apodera de mí. Observadora privilegiada.
Qué tonta.
El final es inesperado, ella tuvo que hacerlo. Ella fue realmente quién huyó. Tuvo que poner tierra de por medio.
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