18 de julio de 2009

TresCatorce

No recuerdo en qué momento decidí no volver a escribir sobre ti, pero seguro que no fue una buena idea.

Tú haces que mis dedos elijan por mí, haces que la sangre se haga perezosa para llegar a todas las partes de mi cuerpo, por eso cuando estoy contigo no siento frío; alimentas las mariposas que viven en mi estómago y me haces sonreír.

Consigues hacerme sonrojar sin echarle la culpa a nadie más que a ti, y los mejores regalos siempre son inesperados, es lo bueno de no esperar nunca nada, que, algún día, me acabas sorprendiendo.

Gracias a ti he tenido la oportunidad de contar las veces que puedo sentir escalofríos a treintaycuatro grados. También me has enseñado a elegir malos momentos para ser tímida.

Si fuéramos matemáticos nos apropiaríamos de las incógnitas con muy pocas probabilidades de que nuestra suma fuera la diferencia que buscamos. Así somos.

Si te soy sincera, nunca antes había intentado buscar excusas para no quererte, de forma tan desesperada.