17 de julio de 2008

Chocolate con galletas

Son las tardes como ésta las que me obligan a salir de mi querida subjetividad y volver la vista atrás, sin la compasión con la que he tratado de justificarte, para verte tal cual eres.

He recordado todas las promesas, todas las señales, todas las discusiones sin un claro ganador… He recordado cómo te conocí y la sensación de impotencia me ha acompañado de nuevo.

¡Joder!

Cuando he querido darme cuenta, la ausencia de tus manos, de tus palabras, de tus miradas a escondidas, han transformado esto que lees en toda una declaración de intenciones.

Pero no puedo enfadarme. No.

No puedo pedirte explicaciones, porque no hay nada que explicar. Porque estoy demasiado cansada de exponer cada motivo que me impulsa a hacer algo, cada cosa, porque aunque esté acostumbrada a las miradas y a las justificaciones, también me he acostumbrado al silencio. Dulce.

Y quiero seguir –sin ti-, pero te arrastro y te encuentro (cuando quiero).

Y camino hacia adelante, de espaldas, porque me da miedo dejar de sentir esto.

1 comentario:

JuAntonio dijo...

Has dicho tanto, que no has dicho nada.

Declaración de intenciones malintencionadas, declaraciones no justificadas, justificaciones jamás declaradas. Parece que no hubo intención.

¡Joder!

Y vuelvo a leer(te) y parece que no pasó el tiempo. A pesar del silencio. Dulce o salado, da igual si nos hemos acostumbrado.

Y si te da miedo dejar de sentir esto, camina y dejate caer, de espaldas o de frente, que más da si la tentación sigue vigente.