3 de febrero de 2009

Lo emocional


Es una mierda, ya te lo digo yo si es que no lo sabes aún o dudas a estas alturas.


Te hace decir cosas inútiles, te hace hablar con una voz prestada, te hace pensar en monopolizar, en cosas individuales que ya jamás necesitarás, te hace sonreír cuando eres una desgracia humana.


Hace negro lo blanco y te deja con cara de gilipollas. Te hace probar cosas que antes no te gustaban. Te humilla para pedirte perdón más tarde. Te hace falta.


No sirve para nada. Es como eso que compraste alguna vez sin necesitarlo, es como esperar una cola que te lleva a ninguna parte. Es como ir de rebajas: todo el mundo busca la ganga y se prueban cosas de nueva temporada.


“Si cuesta más de veinte no me lo llevo”

“Veintenuevenoventaycinco, señora”.



Puedes perjurar que nunca vas a caer, que tú solita llevas sobreviviendo no sé cuántos años ya, y que, aunque te parezca una mierda, así es como quieres vivir realmente. No puedes estar más equivocada.


Las perlas no están hechas para los cerdos y él no estará esperando el momento exacto para enamorarse de ti.


Y sí, claro que tiene su parte positiva. Está ahí para hacerte sentir, que no es poco. Y tampoco es que sea una delicia –sentir eso, quiero decir- , pero es lo que hay.


Hace que te apetezcan cosas como sudar con un desconocido, o hacerle sudar, y que al despertarse te abrace desde atrás y te diga “Ana, eres increíble” y tú sonrías pensando “¿Quién es Ana, gilipollas?”

[Con la de tiempo que invertiste en pensar cómo te llamarías esa noche…]


Es lo que te hace esperar para que todos los demás sean capaces de descubrir que, en realidad, eres maravillosa y que eso es realmente lo que cuenta. Eso y el par de tetas que asoman.

Te hace escuchar buena música, porque, no te voy a engañar, me apetece muchísimo follar escuchando a Russian Red hablar de tus gafas.

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