28 de abril de 2008

Cuentame un cuento Vol. 4

Es difícil ver un gato negro en una habitación oscura, especialmente cuando el gato no está, pero no es más difícil que intentar entender a los hombres…

Así empezaba el trozo de papel, machacado por un centenar de letras, que Noelia encontró en aquella estación de autobuses.

Miró alrededor, intentando encontrar a la presunta remitente de aquellas palabras, pero todos lo que allí se encontraban eran ajenos a la presencia de Noelia y su extravagante hallazgo.

Sonrió y, como si fuera la única persona que sabe dónde se esconde un tesoro, se acomodó en el frío banco de metal dispuesta a desvelar los misterios que se escondían tras aquella caligrafía alargada.

“… y aunque sea difícil no puedo más que intentar comprenderte. Sí, porque eres tú el responsable de que vierta mi rabia aquí, en este momento. Y no te odio, porque odiarte sería como odiarme a mí misma, puesto que he sido yo la que te ha dejado pasar, para que me absorbieras entera, y no te dejases nada.
Pero es que me desesperas. ¡Me desesperas!
No entiendo tu manera de comportarte cuando estás conmigo, o cuando estamos con mis amigas, o cuando estamos en un lugar público -rodeados de gente-, o cuando estamos solos, tu, yo y tu coche.
Unos días me prometes el cielo, otros sólo un café, y otros busco en el saco de las promesas rotas, porque no he sabido nada de ti.”

Llamaron por megafonía a los que tenían por destino Granada. Noelia levanto la vista de aquel papel en el que una desconocida se había desnudado. Cuando volvió a sentarse, ocupaba el mullido asiento 13-B.

“Y no es que cuente lo nuestro -si es que hay algo que sea de los dos- es que tú no cuentas lo que todo el mundo sabe. Y no lo cuentas porque nunca dices nada, porque espero, en tensión, un movimiento que me permita no salir escaldada cuando estamos juntos”


- ‘No haremos paradas, así que hagan lo que tengan que hacer ahora’

Ni siquiera frases como esa podían sacarla de una lectura que le transmitía el dolor y el desconcierto de aquella chica. De hecho, no se había percatado de que el asiento de al lado había sido ocupado.

“Y ahora te vas, a verla a ella, con otra de tus excusas que tengo que creerme porque sí, con todas las palabras mudas en la estación, con todo lo que dentro lleva mi nombre pero tiene otra destinataria… te vas tú, que eres mi todo”

Noelia suspiró. La congoja le apretaba la garganta y comenzaba a moverse nerviosa en su asiento. …‘Demasiada empatía, Noe’, pero no podía evitarlo.

“Y no he querido creer lo que todos me decían, no he querido escuchar sus palabras, no he querido porque realmente no quiero que dejes de ser tú quien me haga despertar por las mañanas.”

La hora de salir se aproximaba, el autobús estaba casi lleno y los familiares y amigos se agolpaban a los lados para despedir a los suyos por las grandes ventanas.

“En una semana vuelves, completamente renovado, con una sonrisa que vuelves a recargar –con otro viaje- antes de que se apague. Ni siquiera te molestas en buscar otra excusa.
Después de tanto tiempo, la resignación se ha vuelto mi cómplice y me mira mal cuando pienso que, al menos, estarás bien, porque yo, de alguna manera, estaré esperándote cuando decidas volver”

Noelia tragó saliva y tras guardar aquel trozo de papel en su mochila, miró por la ventana para encontrarse con la mirada suplicante de la autora de aquellas palabras, despidiendo a su compañero de viaje.

Lo supo enseguida.

3 comentarios:

Pugliesino dijo...

Muy buena la idea en la que desarrollas el relato.Un fantástico final,ese cruce de miradas,la carta,el tiempo que avanza lentamente como queriendo que pueda leerla para despues en un instante solo,todo llegue a su final o principio.
Un abrazo

Mj dijo...

Es curioso, porque, con esta mente cuentista que nos ha sido dada, cada vez que viajo, con los cascos atronándome en los oídos, imagino cientos de vidas para los que me acompañan. Nunca me había parado a pensar que quizá ellos pudieran escribirla para " ahorrarme" el trabajo...

Anónimo dijo...

Una historia demasiado conocida por todos/as. ¿Quién en casos como estos no tira de la cuerda de la empatía para sentirse (y que se sientan)un poco menos sola?

Me encanta el asiento.

Un saludo "anónimo"