18 de mayo de 2008

21 de Junio - 22 de Julio

Hacía mucho tiempo que sentía que algo no iba bien. Siempre había tenido problemas de ese tipo, pero nunca le había dado importancia. Nunca hasta que ese dolor apareció.

El incesante pulso de una punta afilada que le recorría sin abandonarle. El entumecimiento semanal acompañado siempre por la fatiga y los dolores de cabeza. El cansancio. Su inmunidad viéndose alcanzada y derrotada. El principio de una línea recta que reconocía sus últimos metros.

Su visita a aquel lugar era el pistoletazo de salida, real, a lo que todos sabían desde hacía semanas. Esperar con la tranquilidad de quién espera recibir una noticia que ya conoce. Y observarlo todo, con detenimiento y cuidado, al detalle, para recordar ese momento que pronto no tendrá más importancia que la de una palmada en la espalda, empujándole a un precipicio del que no quería saber nada.

Y el silencio después de esas palabras. Las primeras lágrimas. La primera sonrisa amarga de un ánimo inexistente. El primer pensamiento en ese alguien en el que nunca pensó que pensaría. Comunicar la noticia a los suyos.

Y despedirse, poco a poco, del sabor de las comidas de su esposa, del tacto de las cosas de su casa, del olor de sus hijos abrazados a su cintura, del ruido de la pareja de periquitos que le despertaba por las mañanas, y de ver en lo que se había convertido su vida.

Y sólo tenía 38 años.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Solo tu puedes remover lo que todos-as llevamos dentro. Ese miedo a que nos digan lo que todos/as sabemos que pasará (más tarde o más temprano). De ahí la importancia de vivir y dejar vivir, de disfrutar, de descansar y de sentir.

Anónimo dijo...

Ah! y de poner frases complices que solo quien tú kieres se entera. Mis periquitos tb te echan de menos :)