El techo de pelusa gris de mi coche me sirve para esconderme. Las estrellas apagadas de mi espalda se acomodan para descansar, acurrucadas en la seda de mi underwear. La tela blanca que recubre mi piel traslucida se adhiere con fuerza.
No tires, que no sale.
Mis dedos, valientes, acarician tu piel de aceituna y muerdo mis labios. Demasiado tiempo ya. La piel se enreda y tu respiración me gana. Hace frío de repente, así lo siente mi espalda.
Mis pulmones buscan un rastro real, pero no encuentran más que arena.
El sol sale y yo me cubro bajo un techo perla.
Mis dedos, valientes, acarician tu piel de aceituna y muerdo mis labios. Demasiado tiempo ya. La piel se enreda y tu respiración me gana. Hace frío de repente, así lo siente mi espalda.
Mis pulmones buscan un rastro real, pero no encuentran más que arena.
El sol sale y yo me cubro bajo un techo perla.
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